El Pacto Ecosocial e Intercultural del Sur presentó la Declaración de Buenos Aires, un documento político y ético que propone leer el presente desde una perspectiva crítica y al mismo tiempo convocante. Titulada Un Pacto por la Tierra, la Vida y la Paz, la Declaración interpela tanto a gobiernos como a movimientos sociales, pueblos indígenas, colectivos feministas, ecologistas y sectores populares que resisten y reinventan la vida cotidiana desde los territorios. Fue realizado en el marco de su tercera asamblea presencial, realizada en la ciudad de Buenos Aires en abril.
La Declaración de Buenos Aires es un diagnóstico rotundo sobre los momentos dramáticos que viven tanto la humanidad como el planeta todo. El documento plantea la necesidad de producir un viraje radical, para garantizar la supervivencia al colapso ecológico y social en curso. El espacio caracteriza la serie de tendencias globales que están configurando lo que describen como una policrisis civilizatoria: la expansión del ecocidio y el genocidio, el avance de las economías criminales, la creciente militarización de la vida y una senda de refosilización, ahora bajo el disfraz de una “transición energética”, que se concentra en sus aspectos corporativos y coloniales. Todo esto en un contexto de retroceso de los derechos, creciente desigualdad y normalización de discursos autoritarios.
La Declaración no se limita a la denuncia. Frente a este panorama se posiciona como una herramienta en la disputa de sentidos para pensar en salidas colectivas al presente, para abrir caminos hacia otros posibilidades. Realiza un trabajo de recuperación sobre las trayectoria de los ciclos de lucha previos y, desde ese punto de partida, marca la necesidad abordar desde múltiples estrategias las luchas. Desde abajo, desde los márgenes, desde la vida común: recuperar la imaginación política y disputar los sentidos que el porvenir otorga. “El futuro inmediato será cada vez más local y territorial, pero sin perder de vista los horizontes multiescalares de transformación”.
Desde el Pacto, se identifica con claridad a la crisis de las izquierdas: específicamente, aquella derivada de los límites de las respuestas progresistas frente a la voracidad del sistema. La cooptación de los movimientos sociales por parte de gobiernos que, aunque se identifiquen con ideales de transformación, profundizan los regímenes extractivistas que avanzan bajo lógicas de desarrollo sin cuestionamiento alguno. Es en ese marco que el documento advierte: “no podemos aceptar la imposición de la cultura del esfuerzo individual como explicación de los logros y fracasos; mucho menos la lógica de sociedades plagadas de poblaciones descartables”.
Más allá del diagnóstico, la Declaración afirma la esperanza activa. El texto celebra los procesos de re-existencia, las formas organizacionales que irrumpen desde abajo y desde los márgenes para disputar sentido desde lo cotidiano. Menciona a las comunidades que ritualizan la vida con una noción de disfrute y belleza, de redes que “frente a la Internacional del Odio, insisten en multiplicar alternativas”. El Pacto también vuelve a comprometer su trabajo con una ética que exceda a la humanidad. El compromiso con visiones de la justicia ecosocial no debe limitarse al plano humano y antropocéntrico, sino que se posiciona en la potencia de incorporar a todos los seres vivientes.
A cinco años de su fundación, el Pacto Ecosocial e Intercultural del Sur se posiciona como un actor nodal en el pensamiento crítico latinoamericano, proponiendo miradas que entrelazan la ecología política latinoamericana, la ética del cuidado político y la necesaria construcción de horizontes postextractivistas. La Declaración de Buenos Aires es, en ese sentido, más que un pronunciamiento: es una invitación abierta a renovar el compromiso por la vida, en tiempos de guerra, devastación y repliegue.
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